Quizá era sorprendente, pero de alguna forma también inevitable, si se tiene en cuenta el historial de Meghan Markle para con la familia real británica. La duquesa de Sussex ha decidido quedarse en su casa de Montecito, en California, mientras que su marido, el príncipe Harry, sí que hará acto de presencia en Londres el próximo día 6 de mayo para la coronación de su padre, Carlos III de Inglaterra.

Ls razones de la exactriz parano asistir a la Abadía de Westminster son variadas, aunque sobre todo pesa no solo su mala relación con algunos miembros de la familia de su esposo, sino la alargada sombra de racismo que ellos mismos denunciaron ante Oprah Winfrey y de la que nunca se supo con exactitud quién fue el responsable del comentario sobre el color de piel del bebé.

Finalmente optarán por esto último, aunque Carlos III tenía la esperanza de que su hijo pequeño, “el de repuesto” según sus propias palabras, convenciese a su esposa y ambos llevasen a Archie con ellos, dado que él mismo tenía cuatro años cuando asistió a la Coronación de su madre, la reina Isabel II. Pero también hay que pensar en que no se quede solala pequeña Lilibet Diana.

De esta forma, además, la propia duquesa da la imagen de una madre de familia que prioriza su compromiso como tal antes que como miembro de una institución, más allá de que era un evento casi obligatorio para Harry. Aún así, a buen seguro también ha tenido que ver las intenciones de ambos de mantener un perfil bajo hoy por hoy para con la prensa global y, en especial, la británica.

Una de las periodistas especializadas de dicho medio, Ana Dávila Cook, resume: “Harry va por compromiso, no puede no estar en un momento tan importante. No le hace bien ni a él mismo ni a la imagen de Carlos III. No puede pasar a la historia como que uno no quiso ir, denotaría desestabilidad. A Harry, por otro lado, no le conviene deslindarse del todo de la familia real. Al final del día es su marca y sin el link con los Windsor, Harry no tiene el mismo valor”.