A un diplomático que supo escuchar, dialogar y abrir espacios

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Por Irene Díaz-Bazán

En un puesto de liderazgo tan relevante, al frente de una comunidad mexicana tan diversa y numerosa en Georgia, Alabama y Tennessee, el cónsul, Francisco Javier Díaz de León, supo asumir los desafíos con profesionalismo, cercanía y empatía.

Quienes ejercemos el periodismo sabemos que muchas veces lo presionamos por una declaración, una postura, una respuesta. Y, sin embargo, siempre nos regaló un momento, ya fuera para una entrevista, una conversación franca o incluso un desacuerdo respetuoso.

En el trayecto, también compartimos charlas más personales. Recuerdo haber conversado sobre gigantes de la música, sobre su afición por los clubes Cruz Azul (México) y el Barcelona (España)… y su pasión por la buena gastronomía.

Guardo con especial gratitud el día que me acompañó, desde su investidura diplomática, a recibir un premio internacional en el Consulado de Perú. Ese gesto de respaldo profesional y humano no se olvida.

Gracias, Cónsul, por su compromiso con la difusión del bagaje cultural mexicano a través de páginas impresas, imágenes televisivas y espacios abiertos a la comunidad. Gracias por incentivarnos a conocer y admirar una de las culturas más extraordinarias de América Latina.

¡Gracias por estos años de diálogo, apoyo y respeto mutuo!

Espero visitarlo en Turquía algún día.

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En un puesto de liderazgo tan relevante, al frente de una comunidad mexicana tan diversa y numerosa en Georgia, Alabama y Tennessee, el cónsul, Francisco Javier Díaz de León, supo asumir los desafíos con profesionalismo, cercanía y empatía.
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