Efectos de la pandemia El colapso de la economía de servicios

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A medida que las empresas reconsideran su necesidad a largo plazo de tener empleados en el lugar de trabajo, los trabajadores con salarios bajos que dependen de las empresas de oficina son los que más pierden.

El mapa muestra el grado de posibilidad de trabajar desde la casa que se concentra sobre todo en los centor urbanos. Fuente Edward Glaeser, Harvard University; Caitlin Gorback, National Bureau of Economic Research; y Stephen Redding, Princeton University. Por Karl Russell

El 16 de marzo fue el último día en que David Engelsman entró al Jackrabbit, el aclamado restaurante del hotel boutique Duniway en el centro de Portland, Oregon.

A Engelsman, mesero principal del turno matutino, le dijeron antes de empezar su turno que su trabajo ya no era necesario. Se fue temprano, a las 10:30 a. m. El restaurante no volvió a abrir al día siguiente.

En total, 330 trabajadores del Duniway y otra propiedad del Hilton al otro lado de la calle han sido despedidos desde entonces.

Con dos hijos autistas, una esposa con una afección cardiaca grave y ahora sin seguro médico, Engelsman ha dedicado mucho de su tiempo a luchar junto con su sindicato, UNITE HERE, para lograr que el Hilton haga contribuciones al plan de salud para los trabajadores despedidos hasta el fin de año.

“Nos quedamos aquí sin nada. Sé que sueno dramático, pero es dramático”, dijo.

Con 11,5 millones de empleos perdidos desde febrero y el informe mensual del gobierno del viernes que muestra una disminución en las contrataciones, historias como esta se han vuelto dolorosamente comunes.

Cuando las empresas enviaron a su personal de oficina a trabajar a distancia desde sus casas, recortaron los viajes de negocios y cancelaron las comidas de trabajo, también eliminaron los trabajos de limpieza de sus oficinas y habitaciones de hotel, los traslados por la ciudad y los servicios de comida.

Para este ejército de trabajadores de servicios en todas las urbes estadounidenses, la pandemia corre el riesgo de convertirse en algo más que un choque económico a corto plazo.

Si los trabajadores estadounidenses no regresan a las oficinas, los trabajadores de servicios se quedarán sin nadie a quien servir.

Eso es especialmente preocupante en las ciudades, que durante décadas han mantenido decenas de millones de empleos para trabajadores sin educación universitaria.

Ahora el trabajo a distancia se suma a otras presiones que han dificultado las oportunidades.

El colapso de tiendas minoristas como J.C. Penney y Neiman Marcus ha acabado con muchos trabajos de bajos salarios. La implosión del turismo en ciudades como Nueva York y San Francisco acabará con muchos más.

María Valdez, una mucama del Grand Hyatt de San Antonio que fue despedida, se las arregla con tres niños y un cheque de desempleo semanal de 314 dólares.

Kimber Adams, quien perdió su trabajo de mesera en el Aeropuerto Internacional de Seattle-Tacoma, tiene esperanza en su “plan B” de convertirse en flebotomista.

Waldo Cabrera, quien fue despedido de su trabajo que consistía en limpiar las cabinas de los aviones de American Airlines en el aeropuerto de Miami, espera que una oferta para conducir un camión cisterna en Texas aguarde hasta que pueda mudarse a fin de año.

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