¿Qué crees?

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Señorita, discúlpeme pero se me ha roto la mascarilla, ¿ustedes me pueden vender una?

Esa era la pregunta que un hombre de media edad me hacía en la larga fila mientras acompañado de su hijo menor de edad, esperaba a recoger una caja de comida el pasado sábado en el Consulado General de México en Atlanta.Como él, cientos de personas se dieron cita para esperar por comestibles que los ayudarían a sobrellevar esta época tan difícil y compleja que nos toca vivir. 
A pesar del calor, de la incomodidad de estar parados y en muchos casos la ansiedad de saber si llegarían a tiempo a recibir la caja de alimentos, la gran mayoría de las personas tenían su máscara o tapabocas y mantenían la distancia física recomendada por los expertos en salud pública. 
Es ésta imagen, de una comunidad responsable, de padres cuidando que sus niños no se junten con otros niños en la fila; así como la imagen de más de 20 voluntarios cargando cajas, moviendo bolsas, poniendo información importante, dedicados a asegurarse que nuestras familias, nuestros niños, nuestros trabajadores, tengan qué comer y sepan cómo protegerse; son las imágenes que me acompañan cada día desde que me levanto y veo las redes sociales o recibo mensajes o historias en mi teléfono. 
La realidad es que, en este momento, hay cientos sino miles de personas trabajando para asegurar cuidados, educación, protección y nutrición para nuestra comunidad. Estoy hablando de gente como usted y como yo, personas sin grandes posiciones o títulos honoríficos. 
Estas personas han hecho su misión y propósito: organizar a sus vecinos, abogar con las escuelas, repartir comida, recaudar dinero para pagar la renta de aquellos que no pueden, ofrecer apoyo a estudiantes para que no se les olvide las matemáticas, hacer desayunos para que los niños tengan algo temprano en el estómago, etc.
No cabe duda que el espíritu de solidaridad de nuestra comunidad está vivo y latente en todo el estado.  A todos aquellos organizadores y voluntarios comunitarios, les doy las gracias desde lo profundo de mi corazón.
La verdad es que si no hubiera sido por nosotros mismos, por nuestra propia comunidad, nuestros propios vecinos y colegas, miles de personas no hubieran sobrevivido el hambre o la enfermedad. Es gracias a ellos, a usted, que podemos poco a poco seguir adelante. 
Es momento de reconocer que éste es el momento de mirar e invertir tiempo, dinero y esfuerzo en nuestras propias familias, en nuestros barrios, en aquellos que más lo necesitan. No podemos esperar o respaldarnos en el gobierno local, estatal o federal. Esta es una crisis de salud, una crisis económica y una crisis de valores de talla mundial. La responsabilidad de cuidarnos y apoyarnos recae en nosotros mismos. Lo que está en riesgo, nuestro futuro y las posibilidades y oportunidades para nuestros hijos están en juego. 

En este momento, sólo hay dos equipos: Los trabajadores de salud y los que estamos tratando de hacer todo lo posible evitar darle más trabajo a esos trabajadores de salud.

Es así de simple. Escoja su equipo. Ayude a su comunidad, use un tapaboca, lávese las manos. Sabemos que no todos podemos aislarnos y que muchos debemos trabajar; pero también sabemos que nuestra comunidad es creativa, innovadora, y es una comunidad generosa y con mucho amor en su corazón.
Ahora es el momento de dar lo mejor de nosotros, por nuestras familias, y por nuestro presente, si no lo hacemos, no tendremos un mañana para arrepentirnos. 

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